Que te sientas mal en el momento de tomar una decisión, no quiere decir decir que la decisión tomada no sea la correcta. Te pongo un ejemplo.
Imagina que vas por el bosque tan tranquilo y te encuentras un oso. Tu primer impulso (sin contar con las reacciones fisiológicas básica como hacértelo encima y prometer ir de rodillas hasta la catedral más cercana) es correr y estás a punto de hacerlo cuando recuerdas ese video de tik tok que viste aquella vez en la que te recomendaban que lo mejor frente a un oso es retroceder lentamente y no darle nunca la espalda hasta que puedas escapar.
Analicemos este caso. Tienes una tendencia frente una emoción, evitar o huir de algo que te da miedo. Puede parecer una reacción automática. De hecho en muchas ocasiones lo es y nos comportamos como lo normal es que tenga que ser automática. Frente a un malestar A mi tendencia es B. Si me siento ansioso, hablo más rápido. Si algo me da miedo, no lo hago. Si tengo que tomar una decisión y me siento mal, a lo mejor no la tomo.
¿Por qué te hablo de esto? Porque tenemos grabado a fuego que no podemos controlar nuestras emociones. Y, spoiler, tienes razón: las puedes trabajar pero no son controlables como cuando le doy al play o al stop en el spotify.
Y sin embargo cuando has visto al oso has dicho “lo que me pide el cuerpo es teleportarme hasta mi casa cuanto antes” pero recuerdas el video de tik tok y sabes que no es lo que mejor que te puede ir en ese momento (no al menos que quieras ser el almuerzo del oso, cosa que no te recomiendo).
Fijate bien: no has controlado tu emoción pero sí tu respuesta, no has controlado cómo se ha sentido tu cuerpo (el malestar, la taquicardia, el sudor frío empapando tu cuerpo seguían estando ahí) pero has elegido que la respuesta no era salir corriendo y gritando las oraciones de tu infancia sino hacerle caso a lo que entiendes valioso para ti: retroceder con cuidadito y sin darle la espalda al oso.
Volviendo al tema que te comentaba al principio: te sientes mal al tomar una decisión (dejar a tu novia, no ir a esa fiesta a la que tus amigos te han invitado por que no te apetece, saltarte esa conversación incómoda que no te gustaría tener). Te sientes mal y te dices “lo mejor es”: esperar un poco más, lo mejor es ir a la fiesta para no quedar mal con mis amigos, “lo mejor es” no tener esa conversación porque no es el momento. Cuando me sienta bien dejaré esa relación, hablaré con mis amigos o tendré esa conversación.
Momentos que al final no llegan porque siempre hay algo a lo que puedes acogerte para postergar esa decisión. Una decisión que, al final, es la correcta si es lo que realmente quieres para ti y si está realmente alineada con tus valores. Una decisión que evitar tomar porque no quieres sentirte mal, porque no quieres seguir sintiéndote mal.
Pero el oso está ahí. Puedes seguir tu impulso … o mirar lo que te interesa y te viene bien hacer.
Coach Personal acreditado por ICF. Máster en Psicología Clínica y Recursos Humanos. Consulta Presencial y Online en Santa Cruz de Tenerife. Te acompaño en la búsqueda de tu Plan de Acción. Información de Contacto.