Hoy quiero invitarte a mirar tus emociones de otra manera: no solo como reacciones, sino como señales que te construyen.
En mi consulta de coaching en Santa Cruz de Tenerife, acompañando a personas en procesos de cambio, veo a menudo esta duda: ¿qué hago con todo lo que siento?
La respuesta empieza por entender algo fundamental: todas las emociones, sin excepción, cumplen una función en tu vida.
Todas las emociones tienen un propósito
Las emociones no son un error de fábrica. Están diseñadas para ayudarte a adaptarte a lo que vives.
Como explica el neurocientífico Antonio Damasio, sin emociones no podríamos tomar decisiones inteligentes ni sobrevivir en el día a día.
Cada emoción –agradable o incómoda– te trae información valiosa.
Por eso, clasificar las emociones como «positivas» o «negativas» es una trampa. No hay emociones buenas ni malas. Solo señales que, si las escuchas, te abren puertas para actuar con más claridad.
¿Qué buscan las emociones “negativas”?
Las emociones que solemos llamar “negativas” (miedo, rabia, tristeza) tienen un objetivo muy concreto: tu supervivencia.
Son como señales de tráfico en la autopista de la vida:
«Reduce la velocidad», «Enciende las luces», «Cuidado con el cruce»
No siempre es cómodo ver esas señales. A veces aparecen incluso cuando el peligro real no existe, y entonces pueden generar ansiedad o estrés.
Pero su intención profunda es protegerte.
¿Y las emociones “positivas”?
Las emociones agradables (alegría, calma, gratitud) tienen otra misión: expandir tu mente y tus recursos.
Te dan flexibilidad para adaptarte al entorno, fomentan la creatividad, la conexión social, y te ayudan a construir nuevas posibilidades.
Como recuerda Lisa Feldman Barrett, las emociones no son reacciones automáticas universales: las construimos, y podemos aprender a interpretarlas de manera más sabia.
Así que esas emociones de bienestar, aunque sean más fugaces, son combustible para tu crecimiento.
¿Cómo podemos aprovecharlas todas?
No se trata de luchar contra las emociones incómodas ni de aferrarnos a las agradables. Se trata de escuchar a todas.
El investigador Marc Brackett insiste en que dar permiso a sentir es el primer paso para construir una vida más auténtica y libre.
La próxima vez que sientas ansiedad, tristeza o rabia, en vez de preguntarte «¿Cómo me quito esto de encima?», prueba a preguntarte:
¿Qué mensaje me está trayendo esta emoción?
Y cuando experimentes alegría, gratitud o serenidad, saborea también esas señales: te están mostrando caminos que vale la pena seguir.
Recuerda: todas tus emociones te construyen
Cada emoción que sientes forma parte de tu historia y te ayuda, de alguna manera, a moverte, a protegerte o a crecer.
No hay enemigo dentro de ti. Hay un sistema sabio intentando guiarte, aunque a veces el mensaje llegue envuelto en malestar.
Desde Tenerife te animo a escuchar tus emociones con más apertura y menos juicio.
Ahí empieza un cambio real, profundo y sostenido.
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