¿Vale la pena ser amable en un mundo lleno de egoismo?



¿Alguna vez has sentido que ser amable te convierte en un blanco fácil para otros? ¿O que tu bondad parece un signo de debilidad en un mundo donde muchos actúan desde el egoísmo? Este dilema no es nuevo. Filósofos y psicólogos han reflexionado sobre cómo mantener nuestra esencia en un entorno que puede ponerla a prueba.

La bondad como elección consciente

Aristóteles ya hablaba de la virtud como un punto medio entre extremos. Para él, la bondad no es simplemente «ser bueno» de manera pasiva, sino actuar con virtud: encontrar ese equilibrio entre ser justo, compasivo y firme. Esto implica que ser bondadoso no significa permitir que otros nos pisoteen, sino actuar desde nuestros valores, incluso cuando el entorno no lo favorece.

En psicología, Carl Rogers nos invita a conectar con nuestra «persona real» a través de la autenticidad y la empatía. Según su enfoque humanista, ser fiel a nuestros principios y mostrarnos con honestidad frente a los demás es esencial para un desarrollo personal saludable. Esto no significa ignorar las conductas dañinas de otros, sino responder desde lo que somos, no desde el reflejo de sus actos.

El reto de la bondad en un mundo imperfecto

Ser bondadoso en un mundo donde la gente puede actuar de forma hiriente es un acto revolucionario. Viktor Frankl, quien sobrevivió a los horrores de un campo de concentración, describió que, incluso en las circunstancias más brutales, el ser humano tiene la libertad de elegir su actitud. Frankl eligió encontrar sentido en el sufrimiento, demostrando que, aunque no podamos controlar las acciones de otros, siempre podemos controlar nuestra respuesta.

Desde la psicología positiva, Martin Seligman destaca que la bondad y la generosidad no solo benefician a quien las recibe, sino también a quien las ofrece. Actos de bondad liberan endorfinas, fortalecen las relaciones y refuerzan nuestra autoestima. En esencia, ser amable no solo es un regalo para los demás, sino también para nosotros mismos.

La fuerza de los límites saludables

Ser una buena persona no implica aceptar todo. La bondad sin límites puede convertirse en sacrificio. Aquí entra en juego el concepto de asertividad. Según Albert Ellis, creador de la terapia racional emotiva, aprender a decir “no” de manera respetuosa es fundamental para preservar nuestra integridad emocional. Ser bondadoso no significa renunciar a nuestros derechos o dejar que otros nos dañen.

Imagina un árbol: flexible y fuerte. Puede soportar tormentas, pero sus raíces permanecen firmes. La bondad funciona de manera similar: adaptarse sin quebrarse, responder con empatía, pero desde una base sólida.

Un acto de valentía

Ser bueno no es una debilidad, sino un acto de valentía. En un mundo donde la tentación de responder con la misma moneda puede ser fuerte, elegir la bondad es una forma de romper el ciclo de negatividad. ¿Cómo puedes cultivar esa bondad hoy? Tal vez escuchando con atención, ofreciendo una sonrisa sincera o defendiendo tus valores con firmeza y respeto.

Si sientes que mantener tu bondad es un desafío, recuerda que no estás solo en este camino. Hablarlo puede ayudarte a encontrar estrategias que te permitan ser tú mismo sin dejar que otros te arrastren.

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