Cuántas veces hemos escuchado esa frase, cargada de una mezcla de curiosidad y temor. Ese “pero no te molestes” no es una simple cortesía; es una forma de traspasar la responsabilidad emocional al otro. Es como si quien pregunta ya supiera que está a punto de cruzar un límite, pero no quisiera cargar con el peso de haberlo hecho.
Cuando alguien te dice: “Te puedo preguntar algo? Pero no te molestes”, realmente te está diciendo: «Sé que esto puede incomodarte, pero espero que me permitas seguir adelante y, además, quiero que seas tú quien gestione cualquier malestar que surja». Es una especie de juego psicológico donde el permiso se convierte en un pase libre para entrar en terrenos delicados, mientras tú, el receptor, quedas con la carga emocional de manejar las consecuencias.
¿Por qué lo hacemos?
Muchas veces, usamos esta frase como un escudo. Nos protege de un posible rechazo, de la incomodidad de escuchar un “no” directo. Al mismo tiempo, deja la puerta abierta para traspasar los límites de alguien más sin asumir toda la responsabilidad.
“Te puedo preguntar algo? Pero no te molestes… ¿Por qué terminaste con tu pareja?”
“Te puedo preguntar algo? Pero no te molestes… ¿Por qué te ves diferente últimamente?”
Ambos ejemplos son preguntas que invaden la intimidad de la otra persona, pero la frase inicial intenta suavizar el impacto, como si eso bastara para hacerla aceptable.
¿Qué podemos hacer ante esto?
Cuando escuchas esa frase, es importante recordar que tienes derecho a decidir si quieres abrir esa puerta o no. Puedes responder algo como:
“Prefiero no hablar de ese tema, gracias por respetarlo.”
“Entiendo que tengas curiosidad, pero no es algo que quiera compartir ahora.”
Estas respuestas afirman tus límites de una manera clara y respetuosa. No tienes que justificarte, ni sentirte culpable por proteger tu espacio personal.
Tus límites no son negociables
Decir “no, no me puedes preguntar lo que sea que estés pensando” no es un acto de rudeza, es un acto de autocuidado. Tus límites no son negociables, y si alguien necesita cruzarlos, que al menos sea consciente de la responsabilidad que eso conlleva. No permitas que esa carga emocional caiga únicamente sobre ti.
En el fondo, observar estas dinámicas nos invita a ser más conscientes no solo de las preguntas que hacemos, sino también de cómo y por qué las hacemos. ¿Realmente queremos saber, o buscamos llenar un vacío de curiosidad sin considerar el impacto en el otro?
La intimidad es un regalo, no un derecho automático.
Coach Personal acreditado por ICF. Máster en Psicología Clínica y Recursos Humanos. Consulta Presencial y Online en Santa Cruz de Tenerife. Te acompaño en la búsqueda de tu Plan de Acción. Información de Contacto.