Un jugador de ajedrez no elige las jugadas perfectas, sino que crea sus combinaciones a partir de las limitaciones del tablero y de la partida que está jugando.
En nuestra vida sucede algo parecido: el otro jugador es la vida misma, y tus piezas son tus carencias y también las habilidades y recursos que tengas.
Ahí es donde se juega la verdadera libertad, no con las piezas que quisiéramos tener, ni con las que tienen los demás, sino con las nuestras.
Tu partida no se parece a ninguna otra: es única. Juega con lo que tengas de la mejor forma que puedas, con lo que tienes. Pero juega…
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